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Sin un lugar a dónde ir

 

En las noticias nocturnas y en su ciudad, Pia Skarabis-Querfeld veía a los refugiados que llegaban a Berlín después de escapar de la guerra, la persecución y la pobreza en sus países natales.

Puesto que quería ayudar, llenó una bolsa con ropa para donar y se dirigió a un gimnasio cercano donde vivían muchos refugiados.

Lo que comenzó como un simple acto de caridad, se transformó en un proyecto de voluntariado integral: durante los siguientes tres años, Skarabis-Querfeld construyó y organizó una red de voluntarios que, en momentos de máxima presión, cuenta con más de 100 voluntarios para ayudar a miles de refugiados en centros comunitarios, campamentos de tiendas de campaña y otros refugios alrededor de la ciudad.

Hoy en día, su organización sin fines de lucro Medizin Hilft  (la medicina ayuda), continúa atendiendo a pacientes que no tienen ningún otro lugar a donde acudir.

Fue unos pocos días antes de la Navidad de 2014 cuando visitó el gimnasio. Skarabis-Querfeld había estado muy ocupada con su trabajo y con las preparaciones para las festividades de fin de año. Esperaba con ansias la llegada de las vacaciones y pensó que una donación de prendas de vestir para los refugiados sería un gesto amable digno del espíritu navideño.

Cuando llegó con su donación al gimnasio, Skarabis-Querfeld vio niños enfermos, la mayoría sin recibir tratamiento porque los hospitales de la zona estaban sobrecargados. Debido a restricciones legales, los ayudantes no tenían permitido entregar analgésicos o jarabe para la tos. Todo lo que podían hacer era enviar a las personas a la sala de urgencias cuando se veían extremadamente enfermas.

Al ser testigo de esta situación, y sabiendo de la peligrosa travesía por mar y por tierra que acababan de vivir los refugiados, Skarabis-Querfeld, quien es médica y rotaria, regresó esa misma tarde con suministros médicos y con su marido, Uwe Querfeld, quien es profesor de pediatría y rotario.

La pareja pasó la mayor parte de las festividades atendiendo a pacientes en el gimnasio.

“El sufrimiento de las personas, su amargo destino, me marcó”, señala Skarabis-Querfeld.

‘No lo olvidas fácilmente’

En 2015, el ministerio alemán a cargo de los refugiados recibió más de un millón de solicitudes de asilo, sobrecargando el sistema de salud pública.

Alemania fue un destino popular durante la migración masiva de personas que escapaban de Siria y otros países transformados en zonas de conflicto. Esto en parte debido a la acogida brindada por la canciller Angela Merkel. A diferencia de otros líderes europeos, Merkel señaló que era responsabilidad de Alemania ayudar e hizo un llamado a los ciudadanos para darles la bienvenida a aquellos que huían de la miseria en otras partes del mundo.

En 2017, el ambiente político había cambiado. Muchos alemanes se habían vuelto indiferentes o escépticos ante los inmigrantes. El equilibrio de poder en el parlamento alemán cambió durante las elecciones de septiembre y el país continúa lidiando con los aspectos logísticos y los costos incurridos para ayudar a los refugiados y sus familias.

Mientras los temas políticos se abordaban en el famoso edificio Riechstag en el corazón de Berlín, Skarabis-Querfeld y otros voluntarios atendían a pacientes refugiados a poca distancia de allí.

“Atendí a una pequeña niña cuya familia entera había sido golpeada casi hasta la muerte porque eran cristianos”, señala Skarabis-Querfeld, socia del Club Rotario de Berlin-Tiergarten. “La niña comenzó a sufrir ataques de epilepsia después de haber quedado en coma por los golpes. No estoy acostumbrada a ver este tipo de cicatrices y quemaduras”.

En otra oportunidad, Skarabis-Querfeld atendió a una niña siria llamada Saida quien tenía fiebre y bronquitis. Cuando ya terminaba de examinarla, se dio cuenta de que Saida cojeaba. Skarabis-Querfeld tuvo que convencer a Saida para que se sacara los zapatos, lo que le permitió ver que los pies de la niña estaban infectados. Continue Reading