El presidente americano Theodore Roosevelt, gran amante de la naturaleza, solía acampar con su amigo, el naturalista William Beebe. En las noches, ambos acostumbraban buscar un pequeño punto de luz situado junto a la constelación Pegaso. Y cada vez que lo encontraban cantaban «Esa es la galaxia espiral Andrómeda. Es tan grande como la Vía Láctea. Es solo una de cien millones de galaxias, pero contiene cien mil millones de soles, cada uno más grande que nuestro Sol». Luego Roosevelt le decía a Beebe: «Creo que ya somos lo suficientemente pequeños. Es hora de ir a la cama». Ciertamente se trata de una perspectiva aleccionadora. Y sin embargo, a unos pocos cientos de millas del lugar en que acampaban, nació Edward Lorenz, distinguido matemático y meteorólogo. El concepto que lo hizo más famoso es el que denominó «efecto mariposa». Lorenz dijo que el efecto de las condiciones de un estado inicial en las condiciones de un estado posterior no es lineal. Para los que no somos ni meteorólogos ni matemáticos, esto simplemente quiere decir que un pequeño cambio en las condiciones actuales puede causar un enorme impacto en las condiciones posteriores. Él demostró que el aleteo de una mariposa podría tener un efecto en un tornado en otro continente. Esto no significa que pudiera causar por si mismo el tornado, sino que la influencia de algo tan pequeño como el batir de alas de una mariposa en un conjunto de condiciones podría aumentar con el tiempo y llegar a tener un impacto real en la formación, trayectoria y fortaleza del tornado. De hecho, un simple aleteo, en el momento justo, podría determinar si se desencadenará o no dicho tornado. Esto es algo que cada uno de nosotros debe tener presente en cada día de nuestras vidas, y muy especialmente en nuestro servicio rotario. Quizá solo seamos una minúscula mota de polvo en un vasto universo, pero en nosotros reside la capacidad de cambiar el mundo.
Ravi Ravindrán, PRI.