Naing Ko Ko
Becaria de Rotary pro Paz
University of Queensland (Australia) 2012-2013
En 1988, a los 16 años, empecé a participar en protestas junto con otros compañeros de clase en pro de la democracia, los derechos humanos y la justicia social en Birmania, mi país natal, ahora Myanmar. Cuatro años más tarde, me detuvieron y torturaron durante dos meses en un campo de interrogación. Me tenían en grilletes y me golpeaban constantemente. No me dejaban dormir. Con una venda en los ojos y una capucha sobre la cabeza, no podía distinguir el día de la noche. Me hacían las mismas preguntas una y otra vez. Parecía un pasaje de la obra de Orwell 1984. Poco tiempo después fui juzgada por un tribunal especial, y condenada a prisión sin siquiera contar con un abogado.
Aunque no nos permitían estudiar en la cárcel, soñaba con estudiar en el extranjero una vez alcanzara la libertad. Convencí a uno de los guardias para que me pasara libros a escondidas. Recibí un diccionario para aprender inglés y libros de economía y filosofía. Hice un agujero en la pared de mi celda para esconder mis libros, el cual cubría con una imagen de Buda. Estudiaba inglés de noche y de día dormía.
Un día me descubrieron al quedarme dormida con los libros abiertos. Como castigo, me confinaron a una celda donde guardaban los perros. Nuevamente me pusieron en grilletes y tenía que actuar como si fuera un perro. Al oír mi nombre, «¡Naing Ko Ko!», tenía que responder con un ladrido, “¡guau, guau!». A entrar los guardias, debía arrodillarme y poner la cara contra el suelo, y no me permitían mirarlos al rostro. Me dejaban la comida en el piso y tenía que comer y tomar agua con la boca como los perros.
Fue entonces que me di cuenta de que si seguía con mi actitud rebelde y obstinada, me pudriría en la cárcel, como dicen. Era consciente de que debía aceptar mi realidad, saber controlar mi mente o de lo contrario terminaría loca en ese lugar. Algunos se suicidaron y otros se daban de cabezazos contra la pared. Tenía que ser fuerte y no dejarme vencer. No moriría de esta manera, no les daría el gusto a esos carceleros malvados.
Se me ocurrió entonces que los guardias eran gente sin educación, parte de un sistema. Así que empecé a conversar con ellos. Les decía, «Miren, somos simples estudiantes. No somos asesinos ni delincuentes. Lo único que queremos es gozar del derecho a la educación y democracia». Intentaba explicarles lo mejor que podía los escritos del reverendo Martin Luther King (h) y Gandhi.
Muchos no reaccionaban ni contestaban, pero yo seguía hablando. Me hice escuchar después de tanto hablar, y algunos de los guardias comenzaron a responderme. A medida que nos conocíamos más, creció una amistad.
Después de seis años y ocho meses fui puesta en libertad. Por fin mi sueño de estudiar en el extranjero se convirtió en realidad al ingresar a la Australian National University de Canberra. Creo que de todos los que fuimos detenidos en las protestas, soy la única que está en un programa de doctorado.
Las protestas pro democracia de 1988 cobraron más de 3.000 vidas. Miles más fueron encarcelados, como yo. Nos llamaban la «Generación del 88», por nuestra lucha por los derechos humanos y la democracia.
Nunca podré olvidar la celda de los perros, pero pienso que para seguir adelante con mi vida debo primero perdonar a los guardias y carceleros. No se alcanza la democracia cuando albergas rabia en el corazón, por eso debemos saber perdonar. La justicia es importante, pero la venganza y la justicia no van de la mano.
Para mí, la mejor de las venganzas es llegar a ser alguien que pueda cambiar mi país sistemáticamente. Mi plan es regresar a Myanmar y trabajar como asesora política en las áreas que me permitan luchar contra la corrupción, la pobreza y la injusticia social, y ayudar sobre todo en el proceso de pacificación. Mi esperanza es que el campamento de interrogación donde me torturaron se convierta en un museo porque no debemos olvidar esta parte de nuestra historia para que nunca vuelva repetirse.
Si te interesa trabajar en el campo de la paz y resolución de conflictos, visita www.rotary.org/peace-fellowships para informarte más sobre las Becas pro Paz o contribuir con los Centros de Rotary pro Paz.
Narrado por Steve Almond
Fuente: «The Rotarian»
15-Feb-2016